SUPONGO QUE YA ESTABA PAGADO

Después de un par de días de confinamiento y haber comprobado que la naturaleza continúa ahí, completando ciclos con su calma habitual, me he fijado en otras ventanas, esos rectángulos negros que están a nuestro alrededor y se activan mediante un botón.  Estos días esas pantallas marcan nuestros pasos, nuestros límites, nuestra incertidumbre y nos acercan una realidad que por momentos aturde, impacta, desconcierta…

Lo que resulta curioso es que entre programa y programa, entre entrevista y boletín, a los márgenes de nuestros teléfonos y ordenadores, la publicidad persiste, es como si nada hubiera pasado.  Supongo que ya estaba pagado, porque es difícil pensar en comprar o vender algo, en proyectarse hacia un viaje, coche o servicio cuando todo se tambalea a nuestro alrededor.  Ese mundo de posibilidades aguanta ahí como la naturaleza, como un rumiante en su prado o un mirlo que continúa con su trajín preprimaveral: nada lo altera.

Lo cierto es que su supresión sería algo extraño, (además seguro que está pagao…) estamos tan habituados a ese bombardeo que quizá entremos en pánico si nadie nos ofrece nada, si nos ponemos a leer el periódico sin pestañas emergentes o nos libran de la subida de volumen entre programa y programa.  Se crearía un vacío en el futuro inmediato que terminaría de agudizar esta angustia doméstica que nos estrecha la vida.  Arrrg no habría mañana.  Un motivo más para la desesperación en este frágil paraíso que nos habíamos inventado.

Una pausa en ocasiones permite que apreciemos ciertas cosas, supongo que porque simplemente dejamos de movernos por algún objetivo.

Calma, cariño y sentidiño.

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