Sin mano izquierda

 

Flap, flap, flaflap. El naipe sonó sobre el tapete sin pompa alguna, más bien de modo ordinario, cucharas sobre platos vacíos. No voy. Quiero dos. Dos y dos más. ¿Qué llevas? Es tuyo. ¿Qué, unas manitos más? No déjalo, yo estoy pelao. Bajamos la apuesta. Dos euros de salida. Que va, yo ya no tengo ni pa baldearme a cervezas esta noche. Pon una ronda a todos estos llorones y saca los garbanzos. Vamos una sin moni. Tramitaron la partida certificando la situación de sus bolsillos y sus escuetas posibilidades. Un gusano de adrenalina se entrecruzaba ocasionalmente con las combinaciones servidas de mano. Ahora vas, pero si fuera con pasta te cagabas, le dijo el tahúr para marcar su mayorazgo. Con estas cartas ni loco. Mira. Le enseño su baza a otro desplumao. Par de luser le dijo el tahúr al que cerraba la mesa sin reparar que éste era el que más había perdido. No obtuvo respuesta, ni un tibio mohín de respaldo que lo secundara en su comentario. Se revolvió en la silla. Tictac. Rompió el silencio alzando la voz. Qué pasa, ¿queréis meter cifra y dejamos los garbancitos para los niños? Al soltarlo no se percató de la humillación que suponía ese reto para sus oponentes. No tenían con qué apostar, su dinero estaba en el bolsillo del tahúr, del hombre que les alimentaba el vicio en las timbas de sábado noche y al que consideraban un compañero de juego con más pericia que ellos.

En un principio les sedujo la idea de hacer algo más que tragarse el fútbol cada fin de semana. Era una novedad eso de sentarse unos frente a otros en una mesa, verse las caras, escuchar algo más que los exabruptos tartamudeantes dirigidos a los comentaristas o los futbolistas frente a la televisión. Lo del sobrenombre surgió de coña. Era uno más de los de siempre. Bueno, hablaba poco en los partidos. Cuando lo vieron con las cartas en la mano se dieron cuenta que no era la primera vez, parece un tahúr: les divirtió. También lo de jugarse unos eurillos. Si no no tiene salsa. Después de un par de meses de partidas con un final recurrente y de las sensaciones durante la semana pensando en la última velada y sobre todo en la próxima, este gesto del tahúr fue la chispa que necesitaban para que la noble solidaridad frente al jerarca prendiese en sus conciencias. Déjalo no voy. Venga, venga que no hay nada por medio. Nos estamos divirtiendo. Ponme una más y a estos lo que quieran. Yo ya me voy. Sí, mejor seguimos otro día. El tahúr se levantó para no quedarse solo en la mesa. Su cerveza se bababa sobre la barra. Los tres jugadores se alistaron para salir con una urgencia extraña marcada por el espesor del silencio. Cóbrame eso. El dinero para las consumiciones estaba manchado por el asco y salpicaba a todos. El tahúr inició un ademán pero la densidad reinante lo paralizó. Algunos sonidos vocales, torpes y entrecortados se sucedieron a modo de despedida. La noche los recibió con un fresco liberador…

Hacía un par de horas que se había pasado al licor. La luz era turbia. Su mirada colaboraba en esta atmósfera confusa. Un par de neones servían como referencia para seguir el trazo de la barra. Aquellos tres se largaron juntos. Deben estar chismorreando como alcahuetas. Me invitas a algo corasón. Sírvele algo. Lo de siempre. Su mano se posó en su pierna, cerca de su bolsillo. Y qué más, guapo. Qué es de esa vida. Tirando. ¿Ya quieres tirar?, goloso. Sus manos largas eran livianas en la aproximación. Son capaces de ponerse de acuerdo para no sentarse el próximo sábado. Tengo que engancharlos con un cebo inteligente. Hoy me pasé de chulo. No son malos tíos. Y el más joven parece que gana pasta. A los otros se les tuerce la cara cuando se levantan los billetes, van más justos que las tetas de ésta ¿No quieres otra ronda? Su aliento era casi una cuchilla. ¿O le decimos que nos suban el champán a la habitación? Verás papito que bien te dejo. ¿O quieres algo especial? ¿Llamó a mi comadre y vamos los tres? No te lo pienses tanto. Su mano acarició el as oculto en su bolsillo. La negra lo vio y se apretó contra él dramatizando su resuello. Déjalo no voy.

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