Parte de nada

Paseo las avenidas atestadas de transparente humanidad, los parques, su verdor y movimiento, las arboledas esponjosas, la vida de las terrazas y su infinita colección de diafragmas esforzados en hacerse escuchar.

Bajo a los arrabales, llego a los confines del puerto a ver si la música y su encantamiento logra arrastrarme hacia algún lugar.  No me importa si es familiar, nuevo, redundante o proscrito, mientras saque de mí por un instante esta idea de exilio social involuntario, de ser parte de nada, como un observador tan viejo que ya no le quedan pares para poder compartir aquella mirada singular en la que creyeron. No porque fuera más valiosa que otras, si no porque le dio sentido a su existencia.

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