Todo uno

Lo de cumplir años es algo común, democrático, incluso repetitivo.  Es el hecho biológico que nos hermana más que cualquier otra circunstancia particular que nos agrupe: raza, género, altura, grasa corporal, perversiones…

Aunque seamos básicamente uno, estamos empeñados en diferenciarnos.  Nos agobia engordar la uniformidad, la masa.  Supongo que a todos nos desagradaría que nos describieran como alguien no especial, del montón, en fin, alguien normalito.  Por lo tanto, vamos a procurar hacer cosas raras para ver cómo nos va con respecto a ese patrón neutro y convencional del que queremos huir de modo apremiante.

¿Y qué se nos ocurre?, pues empezar a deformar nuestro cuerpo no vaya a ser que en las fotos ni fu ni fa, vamos a esclavizarnos por la codicia, lo cual te mantiene realmente ocupado, vamos a lanzarnos por sitios peligrosos que eso siempre suele poner una medalla audaz en el pecho de los que llegan a contarlo.

Incluso se ha puesto de moda exhibir ideologías que van en contra de la lógica, porque la lógica parte del sentido común y ya esa palabra es muy normal incluso aburrida. Ideologías que priorizan la fuerza contra la verdad, la tecnocracia contra la sensibilidad, el eterno discurso del poderoso que quiere tener más poder a costa de sembrar el miedo y la ignorancia.  Parece que la irreverencia y la rebeldía desorientada han tomado el camino del retrovisor como si no hubiéramos visto dónde acaban esos periodos de la historia.

Y a fuerza de querer ser diferentes, tapar carencias diversas y no ser invisible, uno se deshumaniza y termina apoyando a quienes en nombre de un relato colonial aplastan a aquellos que no tuvieron otro pecado que nacer entre el río y el mar.

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